Si fuera un partido de futbol diríamos que Estados Unidos le va ganando a México 1-0 en las posibilidades de montar una nueva planta de Volkswagen en América del Norte. Los analistas de aquel país hablan ya de que estados como Alabama, Tennessee y Michigan son los más firmes candidatos para que la firma alemana monte un complejo para producir coches en ese país luego de una ausencia de más de 40 años.
Pero México podría tener un goleador que a la mera hora empate las posiblidades o de plano las supere por bajo costo de la mano de obra nacional, alta calidad de producción y mayor competitividad en precio de materias primas y facilidades gubernamentales para el acceso, a cambio de generar los empleos que le son ingentes a este país.
Hoy la prensa norteamericana, la que a la mera hora pierde objetividad y juega el partido de futbol que a todos apasiona, tomando cancha, cantando el gol o incluso haciendo malabares espirituales para llamar al árbitro al penalty contra el equipo mexicano. Así de neutrales a la hora de analizar las notas, la prensa se vuelca en dichos y diretes sobre que Alabama ha recibido información por parte de los alemanes para buscar alternativas de terreno, accesibilidad de servicios, etc. Otros de plano han entrevistado a campesinos que juran haber recibido la visita de un grupo de alemanes quienes les preguntaron sobre precios de predios. Pero todas las especulaciones son para empujar a que VW se defina por Estados Unidos como el paraíso terrenal.
Sin apasionamientos, Volkswagen AG de Alemania busca equilibrar la mejor decisión basados en la actual recesión norteamericana que permite un dólar débil y donde el euro es actualmente el rey. También gozan del privilegio de no estar atados a los tentáculos peligrosos y venenosos del poderoso sindicato UAW que no podría generarles cláusulas y contratación forzosa de su personal.
Pero México sigue siendo encantador –espero se entienda la gran ironía– por contar con obreros que cobran muchos dólares menos la hora que los estadounidenses. Por un gobierno que pone la mesa al gusto del inversionista otorgando subsidios a gas, electricidad, agua potable y todos los servicios necesarios para trabajar. Todo a cambio de contratar gente en un país que apenas «crecerá» 2.7% este año (pronóstico que va bajando mes con mes).