«Te llevas el auto. Si no lo puedes pagar, lo regresas»:Hyundai

Charlie está sentado frente al «plasma» (la postmodernidad ya no le llama el televisor) viendo la 81 Entrega de los Oscares, junto con sus dos hijos y su esposa. Es la ciudad de Santa Mónica, en California, estado de la Unión Americana que está endrogado hasta las cachas y que está al borde de la quiebra. En el corte comercial aparece un anuncio de la surcoreana Hyundai donde le dicen a Charlie que puede adquirir una unidad a plazos, que tiene tres meses de gracia en caso de retraso y, si de plano no lo puede pagar, pues lo regresa y su historial crediticio no se verá afectado.

Es la crisis de la industria automotriz en Norteamérica, que ha obligado a las marcas ya no a una guerra comercial de precios entre ellas, sino al grito de superviviencia de sus plantas armadoras y su red de distribuidores en un país que lleva en su cuenta 4 millones de despedidos en las empresas que tienen al borde de la quiebra a la mayor economía del mundo.

Charlie es trabajador de una mediana empresa de la construcción. Básicamente venden casas preconstruídas. La semana pasada sus jefes le dijeron que, para conservar su empleo, deberá aceptar a ganar de $9.50 dólares la hora a $4.00. Por supuesto él aceptó. No quiere dejar de pagar su casa que, junto con su esposa Ivonne, están pagando de manera conjunta. Es lo único que pueden salvar si se amarran el cinturón.

Pero el anuncio le inquieta. Él tiene un Toyota Supra 2005, algo ya deteriorado. Piensa que el anuncio del Hyundai Elantra puede ser una buena opción. Se trata de dar $1,000 dólares para recibir la unidad por un sistema denominado Asurance. El anuncio de la tele dice que la oferta está vigente por tiempo limitado. Él puede hacer el pago por tres meses de la unidad. El plan le detalla que si no puede dar las mensualidades tiene un plazo de otros tres meses de gracia para hacerlo. Y si pierde el empleo y ya no puede pagar, puede regresar el auto sin que haya señal alguna en su historial crediticio, algo en lo que los norteamericanos creen más que en los dioses del Olimpo.

Charlie se entusiasma, le pregunta a sus pequeños qué color les gusta más, si el rojo estaría bien. Su esposa es más fría y le recuerda que ya deben dos meses de colegiatura de los chicos.

— ¿Quieres dejar de soñar?–, le espeta la señora.

Y los Hyundai siguen ahí, en la sala de ventas, en espera de posibles clientes, con una industria más que enfriada: congelada ahora que los creyentes entran no a una cuarentena del ayuno eucarístico, sino a 400 días para hacer sólo dos comidas al día.

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