Quiere Obama revisar y «mejorar» el TLC con Canadá y México

Lejos de una victoria diplomática mexicana, el asunto es de preocuparse: El presidente electo de Estados Unidos, Barack Obama, pretende una revisión y «una mejora» al Tratado de Libre Comercio con América del Norte, para sentarse con los gobiernos de Canadá y México y proponer cambios, claro, en beneficio de sus propios intereses norteamericanos. Por tanto, cualquier encuentro, antes de su toma de posesión, sólo es una manera, una reunión extraoficial entre las partes. Los cambios a favor de EU pueden perjuidicar a México y a la industria automotriz.

Su «sostenido compromiso de mejorar el TLCAN a fin de fortalecer artículos (del TLC) sobre asuntos laborales y ambientales que reflejen los valores que son ampliamente compartidos por los dos países, según lo digo Robert Gibbs, vocero de Obama, puede leerse como la intención del mandatario estadounidense por cambiar estos capítulos a fin de proteger a la planta productiva norteamericana. Un ejemplo: La crisis de la industria automotriz en Norteamérica está motivando que las empresas busquen países donde su costo productivo sea menor a fin de llevar hacia esas naciones sus inversiones. México es un país prototipo de ello. Por tanto, el mandatario de EU buscará que las empresas no lleven sus inversiones a otro país y protejan el empleo. Sólo que eso le exigirá que haya cambios al TLC con México para ponerle candados a la migración de sus inversiones, lo cual perjudicaría la inversión extranjera norteamericana de las empresas de ese país hacia el nuestro.

En la parte ambiental EU quiere exigir a México que haga la tarea que no ha hecho: Proteger más al cuidado del medio ambiente en el sector. Sin embargo, son las empresas norteamericanas las que rigen los planes de producción de unidades más ecológicas, desde Estados Unidos y aquí sólo se cumple con las disposiciones que allá, en Detroit, dictan las firmas. Aquí no hay mucho por hacer sólo si lo que buscará Obama es que en la zona fronteriza las empresas cuiden más sus emisiones.

Obama quiere un cuerpo consultivo de los dos países que revisen el TLC entre ambos países (curioso, nunca mencionó a Canadá, ante un tratado tripartita). ¿Quiénes asistirán por parte del gobierno mexicano, caracterizado por contar con funcionarios de economía perfilados por la improvisación y la falta de capacidad para enfrentar los escabrosos temas como es la defensa de los intereses de México ante el gobierno de Estados Unidos, la protección de la planta productiva nacional y el empleo, cuando Obama busca lo mismo para su país?

Barack Obama prometió a sus seguidores que si ganaba la presidencia de Estados Unidos, iba a cambiar el TLC para ver más por los intereses de su país. Por tanto ¿qué causa tanta satisfacción a la parte mexicana cuando este encuentro ha sido mas bien protocolario que de compromisos? Lo bueno es lo que  está por suceder después del día 20 de este mes, cuando Obama tome posesión del cargo.

México debiera dejar bien establecido que las empresas extranjeras automotrices, para seguir recibiendo los amplios beneficios que aquí se le dan gratuitamente, deberá comprometerse a cumplir con sus inversiones, generar más empleos y producir vehículos de demanda mundial, no aquellos que están destinados al fracaso por su alto consumo de combustible, por ejemplo.

México debería decirle a Obama que es capaz de levantar una planta productiva competitiva y que se va a dar la oportunidad histórica no sólo de diversificar sus mercados sino a exportar vehículos de propio diseño y que buscará fortalecer la debilitada industria de autopartes nacional que en el primer decreto automotriz de 1962 fue el puntal fundamental de lo que ahora llamamos industria automotriz nacional.

Obama debe dejar la diplomacia de cortejo con México. Siempre a esta Nación se le da por su lado pero se le pega con el gran garrote tradicional de la política imperialista norteamericana.

México debe exigir, con toda dignidad de una vecindad de 200 años, un trato de igual a igual. Ojalá que Obama deje de ver a México como el traspatio trasero de su propia casa.

Se le ha dado a Estados Unidos la mano de obra barata que siempre han querido. Un muro entre los dos países no habla de una buena vecindad y de una nueva confianza. Así que el inquilino de Los Pinos (quien se debió sentir incómodo porque aquí en México había dado su apoyo al candidato perdedor John McCain) debe dejar de hablar de «alianza estratégica» y estar más comprometido con los intereses nacionales que con otra cosa.

Con la revisión del TLC, lo bueno del análisis de la cooperación y la relación entre los dos países, está por verse.

 

Ante una prensa norteamericana más preocupada por el conflicto israelí-palestino e indiferente al encuentro entre Obama y el representante mexicano,

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