Noviembre de 2008 en Detroit. Rick Wagoneer (GM) miraba a Alan Mullaly (Ford). La foto es inolvidable. La deshonestidad de los bancos en Nueva York dejaba al país con sus más grandes empresas automovilísticas desprotegidas. Vino el caos, GM se declaró el quiebra. Chrysler se pone a la venta. Ford se va por la libre. Y los desvergonzados clamaban una prensa que callara. Tapar el sol con el dedo, la consigna.
Patética imagen de los vencidos (Fotos archivo).
Era la crisis de 2008 que duró hasta 2009. Las ventas de auto bajaron de 16.2 millones a menos de 11 millones. General Motors, el máximo emblema del capitalismo estadunidense, se declaraba en quiebra. Y la semántica de los comunicados de medios era confusa. No es quiebra, se amparan en la ley de bancarrota, pero no es quiebra, vociferaban los ofendidos.
Patética foto del orgulloso Wagoner en primer plano, le sigue el de Chrysler, Robert Nardelli, y al final Alan Mulally, de Ford. Los niños regañados.
¿Edificios del Renacimiento? El frío otoño pegó a las finanzas.
La única realidad inocultable era que la economía de Estados Unidos se tambaleaba. El homenaje a la deshonestidad de Lehman Brothers debía cobrar cárcel, pero ni eso evitó que el gobierno de Barack Obama tuviera que escoger de una sola sopa: Rescatar a la GM de la quiebra. Los republicanos, aquellos que recibieron millones de dólares de GM, de Ford y de Chrysler, le decían al presidente que no tenía por qué rescatar a las empresas. Que estas debían salir solas de su crisis. Y el presidente pagaba porque millones no se quedaran sin empleo, pues la automotriz es una gran cadena de valor.
Llegan los tres magnates de la industria en sendos aviones privados cada uno. Y eso es criticado fuertemente en los juzgados donde el gobierno pide cuentas. Y el siguiente viaje a Washington lo hacen en autos. Wagoner en el Volt ya de prueba. Pero aún así la junta no le perdonó su vida de dispendio y fue corrido de GM.
GM se nacionalizaba. De General Motors pasó a ser «Goverment Motors» por aquello de los cartones de la diversión en los diarios. Y los republicanos, muchos de quienes deben sus mansiones cerca de la fea Detroit a los grandes ejecutivos de la industria del automóvil, pedían crucifixión de las marcas.
Big 3 se tambaleó. Y las ganonas fueron Ford y FIAT (las dos F´s) porque esta compró sin soltar un centavo y ganó la llave de oro de la distribución de sus productos italianos en Estados Unidos, sin comprometer a la familia peninsular allá en Europa, de por sí en crisis.
De eso tiene ya ocho años. Y GM todavía no termina de pagar la deuda a los estadunidenses. Y Chrysler cada día es menor Chrysler y más FIAT. Y Ford es Ford, pero con menos calidad de producto.
¿Quién puede asegurar que lo malo ya pasó con el enorme y peligroso déficit del gobierno de Estados Unidos?