Detroit en quiebra: Ni GM, ni Ford, ni Chrysler podrán salvarla

Henry Ford iniciaba actividades el 3 de junio de 1903 en su fábrica. 110 años después la ciudad de Detroit se declaraba en quiebra. Este 18 de julio quedará marcado como el ocaso de una fría metrópoli que ha bajado a 707,000 habitantes, cuando eran dos millones. Las entonces fuertes compañías, llamadas Big 3 apenas en 1990, no pudieron sacar adelante a su ciudad, dominada por republicanos. Ni GM, ni Ford, ni Chrysler, pueden juntar los $18 mil millones de dólares que se deben a firmas privadas. Van a rematar bienes para reestructurarla.

El otrora orgullo de la industria automotriz estadunidense, en debacle (Foto archivo).

¿Quién aguantaba una ciudad de 20 grados centígrados bajo cero en pleno Salón del Automóvil de Detroit? ¿Una casa? Ni regalada, decíamos los periodistas en plena actividad de una fantasmal ciudad que poco a poco se quedó olvidada. Pero pocos recuerdan que eso ha ido dándose porque han cerrado más de 90 fábricas relacionadas precisamente con el automóvil.

Una ciudad que no pagan impuestos porque las empresas han sucumbido, es una metrópoli destinada a la desaparición. ¿Alguien recuerda por ejemplo a Flint presentada magistralmente por Michael Moore en uno de sus documentales? Cerró la General Motors en esa ciudad y la urbe desapareció. La relación de la ciudad con el automóvil es forzosa. Sin autos qué producir ¿a dónde ir? Emigraron los obreros a otras ciudades menos crueles con los cierres de fábricas.

Rick Snyder, el bonachón gobernador de Michigan, ha aceptado hoy que la ciudad se declare en quiebra. Amparada en el Capítulo 9 de la Ley de Quiebras de los Estados Unidos para municipios, los banqueros y todos los agiotistas que deambulan por las oficinas de gobierno felices por cobrar los dividendos e intereses, tendrán que esperar sentados porque el Estado administrará la que antes fuera la cuna de la abundancia, la ciudad mundial del automóvil.

Detroit es hoy una ciudad de pobres. El promedio de ingresos es de $28 mil dólares contra $48 mil del resto de las ciudades de Michigan. Pero Detroit es la más grande de todo el Estado. Una ciudad de gente de color, malhumorada por el mal sueldo. Donde sólo los hispanos acostumbrados a mucho menos, trabajan más y mejor. Por lo menos le sonríen al comensal. Mientras un Bill Ford, cinta negra de karate, se pasea en yates y tiene avión privado. Igual vida para un Rick Wagoneer en GM, que fue despedido.

Las siete veces que estuvimos en el Autoexpo de Detroit vimos a un Centro Cobo que iba de más a menos. Viejas paredes, vieja maquinaria para armar los exhibidores. Viejo recinto que apenas hace tres años recibió «una manita de gato» (mejora en sus instalaciones), pero que no fue suficiente para estar a la altura de París, de Frankfurt, de Tokio. Si hasta las flamantes instalaciones de Shangai le dejaban muy atrás. Y es que ya no había dinero. Dejaron crecer los ultra conservadores la deuda nada más por 60 años.

Ni la pequeña ciudad de Jefferson sufrió tal calamidad en 2011 con una deuda de $4 mil millones de dólares que también la hizo quebrar. Acá, cinco veces más, no hay cómo juntar el dinero. Los museos que albergan las más bellas piezas de la pintura, aún del mexicano Diego Rivera que tuvo la osadía de pintar a Karl Marx y a Lenin en su mural que estaba a la entrada de la Ford, venderán su arte para tratar de sacar adelante a la urbe que tiene a empresas multinacionales ricas en recursos como GM y Chrysler, pero que hace seis años también fueron declaradas en quiebra.

Lo peor de todo está por venir, y no precisamente para las ex Big 3, que esos viven en otro mundo, sino para los miles de pensionados que se quedarán sin su cheque mensual. Habrá un recorte de los empleados del gobierno.

Y para terminar donde comenzamos. Cuando Henry Ford consiguió el dinero para montar su fábrica, se enfrentó al grave problema de que sus vehículos Tipo A no tenían calles asfaltadas por las que pudieran transitar. Fue entonces que tuvo que darse a otra tarea gigantesca que fue generar caminos para poder vender coches. Esa pujante Detroit, hoy es sólo una sombra fantasmal de lo que fue hace 50 años.

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