Consumo y la lucha del Autosafety.org

Por Edgar Morín / Especial para Al Volante

Cuando compramos algo, un auto por ejemplo, en realidad hacemos mucho más que una mera transacción económica. Escogemos y pagamos por un objeto que satisface nuestras distintas necesidades biológicas (comodidad), simbólicas (estatus), y otras más vinculadas con la calidad del producto o el servicio. Aunque a veces es demasiado, sobre todo cuando se acumulan los intereses al comprar a crédito o cuando el objeto está sobrevaluado como a menudo pasa con ciertos modelos automotrices. Es decir que a través del consumo de cierto tipo de productos o marcas, y en el uso que hagamos de ellos, también nos comunicamos o nos distinguimos de los demás.

Al hablar de consumo las cosas suelen reducirse a una lógica económica, con sus feroces fuerzas del mercado, dejando fuera otras dimensiones significativas que también influyen a la hora de decidir qué comprar (Fotos de archivo).

Y esto lo hacemos en forma individual, recordemos esa tendencia a equipar y personalizar los autos para hacerlos más parecidos a nosotros, o de manera colectiva.  Los clubes de coleccionistas o las comunidades de tuneros o aficionados al Volkswagen sedán son una muestra que ilustra como consumir puede ser apropiación colectiva que proporciona distinción (la preferencia de muchos por ciertas marcas o modelos clásicos y por ende, escasos y que no cualquiera puede tener: un Mustang sesentero o Thunderbird 55 para empezar). Pero también relaciones de solidaridad expresadas en todas las redes de contactos para conseguir refacciones y autopartes originales, mecánicos y demás servicios. Una parte de lo que se pone a escena en los desfiles o exhibiciones.

Al hablar de consumo las cosas suelen reducirse a una lógica económica, con sus feroces fuerzas del mercado, dejando fuera otras dimensiones significativas que también influyen a la hora de decidir qué comprar: además del dinero, ¿por qué otras razones escogemos un modelo deportivo y no uno de lujo? Y si no que lo desmienta la publicidad que ha transformado la función utilitaria de transportarnos con comodidad y a cierta velocidad –cuando el tráfico lo permite– en otros usos mucho más imaginativos, como volverlo una herramienta indispensable para la seducción o un medio que nos aísla de la realidad.

www.autosafety.org. Al visitarla uno encuentra suficientes ideas como para pensar en la urgencia de que los automovilistas de este país comiencen a auto organizarse.

En estos tiempos donde se pretende frenar el hecho de que la ganancia a toda costa se ha impuesto sobre el resto de la vida social, el consumo puede ser un instrumento importante para hacer ciudadanía, que es una de las bases de la democracia de a de veras, esa que va mucho más allá de lo electoral y que en la práctica terminó siendo una suerte de patente de corso aprovechada por políticos sin vergüenza que rara vez rinden cuentas de sus actos. Así pues, volvernos ciudadanos a través del consumo implica varias cosas: no sólo presión política por medio del boicot comercial, sino la posibilidad de tener información multidireccional y confiable acerca de la calidad de los productos, con control efectivamente ejercido por parte de los consumidores y capacidad de refutar las pretensiones, seducciones y mentiras de la publicidad engañosa.

Lamentablemente estos ejercicios de ciudadanía no son comunes en nuestro país, aunque deberían serlo y más en tiempos del peligroso Donald Trump. Se trata de no esperar a que el Estado defienda a los consumidores sino de autoorganizarse y tomar iniciativas. Así que para impulsar una nueva forma de ser automovilista-ciudadano valdría la pena revisar el extenso trabajo del Center for Auto Safety (CAS), una organización no gubernamental fundada en Estados Unidos por Ralph Nader, un abogado de Harvard que se lanzó como candidato independiente a la presidencia norteamericana en aquellas elecciones donde triunfó George baby Bush, pero que desde hace décadas trabaja por los derechos de los consumidores. Gracias a él los fabricantes fueron obligados a instalar cinturones de seguridad o bolsas de aire, por ejemplo. El objetivo de su ONG es que los consumidores puedan organizarse alrededor de los defectos que puede tener un auto para que no haya abusos de la industria. Ofrecen por estado, desde la consulta con expertos de cada área automotriz (sistema eléctrico, corrosión, frenos), hasta abogados que asesoren reclamaciones. También proporcionan información sobre todas las marcas, casos detallados como el de las llantas Firestone defectuosas, combustibles, márgenes de seguridad. Elementos que orientan para que el consumo no se condicione sólo a fantasías publicitarias o a nuestro bolsillo, sino que sea razonado también desde la seguridad y que los fabricantes asuman su responsabilidad en caso de algún defecto. Más información en su página web www.autosafety.org. Al visitarla uno encuentra suficientes ideas como para pensar en la urgencia de que los automovilistas de este país comiencen a auto organizarse.

Un esfuerzo, una organización.

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