Fallece don Arturo Pérez Gutiérrez, el «hombre-automóvil» de México

Ayer 25 de enero, a las 12 horas aproximadamente, falleció el «Hombre-Automóvil» de México, don Arturo Pérez Gutiérrez, coleccionista de autos deportivos y antiguos, fundador del Museo del Automóvil de la Ciudad de México, distribuidor Nissan, comprador y vendedor de automóviles usados y un gran participante de actividades deportivas relacionadas con los vehículos. En abril de 2010 se le hizo un homenaje en vida.

Don Arturo Pérez Gutiérrez. Homenaje en 2010 (Foto Enrique Gijón).

Arturo Pérez Gutiérrez, quien contaba con más de 90 años, dedicó muchos a la comercialización de autos usados a través de la Asociación Nacional de Comerciantes en Automóviles Nuevos y Usados, ANCA. Junto con su hermano Ismael Pérez, le brindaron su apoyo a esa agrupación cuando él dirigía Futurautos allá por la Calzada de Tlalpan y División del Norte, en el Distrito Federal.

Como distribuidor Nissan llegó a tener cargos importantes en la Asociación Nacional de Distribuidores de Automóviles Nissan, ANDANAC, así como en la Asociación Mexicana de Distribuidores de Automóviles (ahora de Automotores), AMDA.

Representó a la marca nipona y fue un entusiasta del desarrollo de la misma en México.

Como hombre del automovilismo participó en muchas competencias tipo rally-tour y siempre ofreció su vida al deporte motor.

Quizá su obra más completa fue la edificación y administración del Museo del Automóvil de la Ciudad de México, ubicado en la Calzada de Tlalpan, al sur del Distrito Federal, donde llegó a albergar a más de 50 automóviles, por mencionar una cifra.

Arturo Pérez Gutiérrez fue un incansable de la restauración automotriz. Dedicó muchos años a arreglar autos Vintage, deportivos, antiguos y todo lo que caía en sus manos.

Le caracterizaba un trato siempre amable con sus amigos.

Quien esto escribe le siguió los pasos desde las primeras entrevistas para la revista «Arranca» que fundó la ANCA y donde Arturo Pérez inscribió la historia de los autos usados en México.

Luego como dirigente de autos nuevos a través de la ANDANAC y AMDA, se acudió a él para que diera a conocer la problemática que enfrentaban los distribuidores de automotores con los viejos y actuales conflictos con la importación de autos usados en mal estado mecánico.

El Club Jaguar, organizador del XXIV Concurso Internacional de Elegancia, celebrado en abril de 2010 en Huixquilucan, le ofreció un homenaje en vida donde se le entregó una placa alusiva a su trayectoria y el nombramiento oficial de «Hombre-Automóvil»  por dedicar más de 60 años de su vida a la restauración, el deporte y la conservación de las unidades en el Museo del Automóvil.

Arturo Pérez recibió a decenas de niños que hicieron dibujos para que él los pusiera en su Museo. Esa ocasión lloró de la emoción. Él ya era apoyado por una silla de ruedas, también motorizada, para trasladarse. Sus piernas ya no le respondían. Pero su atención era total. Todavía mantenía entonces una gran lucidez.

Don Arturo:

Le conocí como un hombre de paz y de amor a los automóviles. No hubo otro con esa pasión como usted por tantos años.

Le visité en el Museo, su museo. Me enseñó una a una las piezas. Me contó anécdotas de sus autos de colección. Del gran recuerdo de cada pieza, del batallar parar conseguirlas. De sus viajes para contactar a otros restauradores en cualquier parte del mundo donde estuvieran. Platicar con usted era un deleite. Pudo haber hecho una película de su vida motorizada.

Sé que usted cerró el círculo de todo hombre relacionado con el automóvil. La pasión de conducirlo, la pasión de venderlo, la pasión de comprarlo y volverlo a hacer. La pasión de guardarlo para la historia, para la posteridad.

Allí queda su Museo, allí queda para todos los mexicanos.

Y usted queda con nosotros por siempre, con esa sonrisa que le caracterizaba y que quedará en nuestros corazones. Nunca le conocí enojado. Nervioso sí porque tenía que develar un coche en el Concurso y ya de hacía tarde. Pero siempre afable.

Hasta siempre don Arturo, al volante de su vida, su destino, su final que suena eterno.

Hasta la meta portando la bandera a cuadros y el aplauso de todos nosotros. Y acelerando a fondo, como siempre.

César Roy Ocotla