Algunos conceptos vertidos por César Roy Ocotla, editor de Al Volante, durante la entrevista que le realizó esta mañana Alejandro Cacho, conductor del programa radiofónico Panorama Informativo, sobre un estudio de la Universidad de Michigan que demuestra que, en su gran mayoría, los jóvenes conductores de automóviles aplican en las calles, en la vialidad, lo que les fue enseñado por sus padres y sin haber ido a una escuela de manejo.
La conducción ¿de voz en voz o mejor a una escuela de manejo? (Foto archivo).
En México no hay educación vial. No hay una política de Estado encaminada a enseñar de manera formal, en la academia, en la escuela, el principio de respeto al peatón, de dar seguimiento a los reglamentos de tránsito vigentes en el País, ni tampoco de emitir normas que regulen a las escuelas de manejo existentes en la República Mexicana.
No hay un estudio formal, académico y de rigor científico, sobre el problema de la ausencia de educación vial en jóvenes y en adultos. Por tanto, no tenemos los parámetros necesarios para medir las dimensiones del problema que genera la inexistencia de la educación vial, principalmente los accidentes automovilísticos. Existen, sí, algunos esfuerzos aislados de pocas empresas que se han preocupado por el asunto. El registro más actual es de 24 millones de accidentes automovilísticos al año, dado a conocer por las propias autoridades hace apenas unos meses atrás, con motivo de una campaña para promover el manejo seguro en jóvenes. Pero, repito, son hechos aislados que no corresponden a una política pública en la materia.
En México, creemos que la mayoría de los jóvenes que portan una licencia de conducir, fueron enseñados a manejar un automóvil con el aprendizaje informal de casa. Esto es, fueron adiestrados por sus padres o sus hermanos o familiares. Pocos, muy pocos, acudieron a una escuela de manejo.
¿Qué aprende el joven al conducir? Los buenos y los malos hábitos de manejo de sus parientes. Aprende, en algunos casos, a respetar al peatón y ceder el paso. A respetar el reglamento de tránsito, a no pasarse los cruces con semáforo cuando este tiene la luz roja de alto. Pero, desgraciadamente, esta es una minoría entre la población automovilísticamente activa o que está al volante de un vehículo automotor en marcha.
La expedición de licencias en México se da sin un verdadero y formal examen para obtenerla. De cada 100 jóvenes que obtuvieron su licencia a los 18 años o más, ¿cuántos presentaron un examen aprobatorio para recibirla? Hoy en día, las licencias se obtienen en los módulos de las 16 delegaciones políticas del Distrito Federal, por poner un ejemplo, en 15 minutos. Persisten, y mucho, los casos de corrupción en que hay que dar “la mordida”, el soborno para obtenerla. Y más, cuando al joven le preguntan si quieren la licencia rápido o, de plano, se sienta a hacer el examen escrito y luego la evaluación de la conducción. La mayoría optan por dar la dádiva y no hacer su examen correspondiente. ¿El resultado? Hay miles de jóvenes manejando un vehículo automotor sin la capacitación debida para ello. Recordemos tan sólo los cientos de accidentes viales que se suceden a diario en la Ciudad de México provocado por particulares o por jóvenes choferes, y adultos también, que conducen, por ejemplo, los microbuses.
Al no existir el respeto a las leyes de tránsito, al recibir una licencia de manejo sin la capacitación debida, la vialidad en las ciudades del País se vuelve un caos.
Hace muchos años se instruyó a las escuelas primarias para que dieran educación vial de vez en vez a sus estudiantes. Los niños jugaban en Chapultepec (lo deben seguir haciendo) a ser conductores. Estos mínimos y ridículos esfuerzos se han ido perdiendo, olvidando, a falta de una política pública formal de educación vial. Por ejemplo ¿quién les dijo a los maestros qué debieran de enseñar a los estudiantes y bajo qué criterios académicos y, principalmente, técnicos en la materia. Nadie, sin criterios y sin normas en la vialidad.
Mi consejo a los padres de familia es que, en vez de enseñar o adiestrar a su hijo en el conocimiento de cómo conducir un automóvil, mejor envíenlo a una escuela de manejo.
Escuelas de manejo. No hay tantas en el País. No hay un padrón que el gobierno lleve con el total de número de escuelas existentes y si estas cumplen con los requisitos indispensables de preparación docente, plan de estudios, vehículos en buen estado mecánico para la enseñanza vial y la garantía de buen servicio que deben prestar estas instituciones. En general, podemos decir que en México no contamos con buenas escuelas de manejo. Destacaría los cursos que imparten la Asociación Mexicana Automovilística, AMA y, tal vez, la Asociación Nacional Automovilística, ANA, dos instituciones de abolengo en la materia. ¿Quién no conoce a una de esas escuelas “patito” que a duras penas si cuentan con un destartalado cochecito para impartir el curso práctico de manejo?
Algunos esfuerzos aislados por la educación vial en México. Hace algunos años se instauró el concurso “Mejor conductor joven”. El Centro Pegaso organizaba a 100 jóvenes en edad de manejar para someterlos a ver si realmente sabían conducir. Los estudiantes se demostraron, al volante, que no sabían conducir verdaderamente. Y entonces los capacitadores, pilotos profesionales todos ellos, les mostraron cómo debieran de hacer el control de un vehículo en casos extremos como perder el control en pavimento mojado, o pruebas de “slalom” (zig-zag) y someter al auto a la prueba de sus sistemas de seguridad activa como el control de estabilidad o los frenos ABS. Había un ganador al que se le daba un premio y también al segundo y tercer lugares. Esta experiencia es inolvidable para los jóvenes en ese concurso. Pero no existe un compromiso ni público ni privado, extenso, masivo, para fomentar la educación vial en México.