Máquina y diseño

Por Edgar Morín, (Especial para Al Volante)

Cuenta la historia que el desarrollo del capitalismo arrancó con la revolución industrial cuando las máquinas sustituyeron la energía animal y humana, y al paso del tiempo esto transformó las sociedades y el equilibrio de las potencias del mundo. Quizá, una de las causas de lo que más tarde se convertirá en el culto a la máquina. Esa fuerza espiritual de la era moderna que Chaplin satirizó en Tiempos modernos.

…hoy es común que muchos se refieran a su vehículo como algo viviente, una suerte de organismo que sufre, es caprichoso o está acostumbrado sólo a la mano del dueño (Fotos de archivo).

Este culto ha pasado por varias etapas. Por ejemplo, en las primeras décadas del siglo pasado cuando modernización, comercialización y mercado comenzaron a hacerse uno, ingeniería y diseño no tardaron en ser socios y elaboraron objetos que se identificaban con un estándar de vida basado en el progreso. La idea fue relacionar el avance social con los cambios visuales en el aspecto de las cosas: un detonador para la sociedad de consumo, con productos que cada vez duran menos. Es la jugosa y permanente renovación del estilo.

La historia del automóvil lo ilustra. Claro que basado en formas que la vieja sociedad ingeniería & diseño producen. Pensemos en mediados de los años treinta del siglo pasado, cuando el progreso se materializó en la línea aerodinámica y según sus promotores la máquina fue dotada de espíritu: acero y motor poderoso pero formas redondeadas que cobraban vida en esas figuras alargadas como una lágrima. Sin embargo, algunos diseñadores industriales sostienen que por cierto tiempo las capacidades aerodinámicas de distintos productos –no sólo autos– eran irrelevantes en relación con su uso. Pero muy redituables en cuanto a la imagen de estar al día, y esto mejoraba las ventas. Lo que obliga a preguntarse, ¿hasta dónde el brillo y la forma están por encima de la función?

Otra renovación importante se dio cuando Raymond Loewy rediseñó el Studebaker y estableció un vínculo decisivo entre las cosas y los cuerpos.

También desde esa época es muy clara la idea de humanizar a las máquinas, y en esto la publicidad fue muy influyente. Tanto, que hoy es común que muchos se refieran a su vehículo como algo viviente, una suerte de organismo que sufre, es caprichoso o está acostumbrado sólo a la mano del dueño. De hecho, hasta hubo un anuncio de aceites donde persona y motor parecen ser lo mismo, o casi.

Otra renovación importante se dio cuando Raymond Loewy rediseñó el Studebaker y estableció un vínculo decisivo entre las cosas y los cuerpos; de entrada, como fuente de inspiración. Según él, antes de su modelo Starliner, las líneas de carácter corporal de los autos eran paneles elevados que daban al automóvil un aspecto pesado. Una de las características de los modelos aerodinámicos de los treinta, por ejemplo. Lo que él hizo, a partir de inspirarse en el cuerpo, fue introducir una superficie en hueco y con ello logró dar al Starliner un aspecto mucho más ligero y esbelto. Vale la pena mencionar que otro de sus diseños más famosos no lo hizo en la industria automotriz, sino en uno de los símbolos más poderosos de Estados Unidos: la Coca Cola. Inspirado en una silueta femenina alargada y esbelta, actualizó la botella.

Harley Earl, fundó una época de aletas inspirándose en un avión caza bimotor, el Lockheed P-38, y más tarde en el Douglas F-4D Skyray.

La posguerra trajo más novedades. En la industria automotriz el aspecto de los aviones y cohetes militares se aplicaba al caparazón del automóvil familiar. En General Motors, el director de diseño, Harley Earl, fundó una época de aletas inspirándose en un avión caza bimotor, el Lockheed P-38, y más tarde en el Douglas F-4D Skyray. En Chrysler, los tableros fueron arreglados para sugerir los controles de la cabina del piloto de un avión caza, mientras que las carrocerías se inspiraban en el llamado vocabulario visual de los cohetes y aviones a reacción. En cada diseño se reforzaba deliberadamente la idea del acceso popular a los niveles más avanzados de tecnología. También, con la bonanza económica y la confirmación de la filosofía del consumo, el credo del bienestar estadounidense, llegarían los años dorados de la máquina como símbolo de poder: caballos de fuerza, cilindros y demás detalles técnicos que giran alrededor de la potencia, se ganaron un lugar definitivo en la imagen del automóvil.

El capitalismo está viviendo su segunda revolución, la tecnológica. Una de sus características es la informatización: la irrupción de una máquina que ya no sustituye al músculo –como en la revolución industrial–, sino a un número cada vez mayor de las funciones del cerebro. Muchas de estas innovaciones ya las vemos en nuestros autos, pero faltan más. Tanto, que algunas proyecciones sobre el futuro están planteando máquinas cada vez más pensantes, como ya profetizó la ciencia ficción, pues el automóvil autónomo se va convirtiendo en realidad gracias al desarrollo de la infotecnología, la inteligencia artificial y los sistemas de redes. Por el momento, mucho de esto cobra forma de gadgets bastante costosos en lo que podrían llamarse vehículos audiovisuales: pantalla en viseras y respaldos, acceso a Internet y otros tantos sistemas de telecomunicaciones. Y no falta mucho para las carrocerías intercambiables, por lo que ingeniería, diseño y estilo seguirán dando mucho de que hablar.

…algunas proyecciones sobre el futuro están planteando máquinas cada vez más pensantes, como ya profetizó la ciencia ficción, pues el automóvil autónomo se va convirtiendo en realidad gracias al desarrollo de la infotecnología.

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