Molesta que Obama dijera «especuladores» a los especuladores

Sabor agridulce en los banqueros cuando el presidente de Estados Unidos dijera ayer que Chrysler se va a la bancarrota –término como se conoce en ese país a una empresa que se acoge a la protección gubernamental para reestructurarse– por culpa de los «especuladores» a quienes la empresa debe $6,900 millones de dólares. Los especuladores reaccionan: «¿Por qué el presidente nos llama así si somos «fondeadores»?».

Los bancos, fondistas, prestadores de dinero, están irritados por el «socialismo» (así califica una parte de la población de Estados Unidos al presidente Obama, por no conocer esa gente más que un bipartidismo antidemocrático en su país) del mandatario. Y sobre todo por llamarles especuladores.

Pero la verdad es que varios bancos no quisieron bajar sus pretensiones o fuertes intereses a lo que habían accedido a Chrysler. La empresa buscaba que la rebaja de intereses moratorios se estableciera en $2,000 millones de dólares para tratar de ser viable. Siendo del agiotismo de lo que viven esos «fondistas», algunos no estuvieron dispuestos a faltar a su naturaleza usurera, como el JP Morgan & Chase.

Pero el presidente Obama, un hombre que no viene de la cultura de los negocios como su antecesor George Bush Jr. cuyo padre tiene un gran emporio petrolero en Texas, sino de una cultura multi-étnica, tiene otra visión de su país, del mundo y de los problemas de la gente, de los, digamos, humanos.

Por eso, y sin falso pudor alguno, el primer mandatario norteamericano llamó especuladores a quienes no dejaron otra salida que la bancarrota a Chrysler. Claro, este término no le gusta a la gente que trabaja en la automotriz,  y parece que tampoco a algunos publirrelacionistas de la radio en México.

La bancarrota es una palabra que denota fracaso, derrota, debilidad y, en sus derivados y connotacones, desconfianza a algo que ya no va a funcionar. Ese es el más duro golpe a la imagen de sus marcas y lo que más les preocupa al traer ello una baja en las ventas de ellas.

Obama habló ayer en la mañana en el Capitolio sobre el sacrificio que el gobierno está haciendo para salvar a la empresa. Y se preguntó: ¿Por qué los bancos no hacen su esfuerzo? Por eso los criticó como especuladores, algo que en México ya le hubiera costado a Calderón el retiro del fuerte apoyo económico empresarial a su causa y la de su partido.

Esas empresas que se negaron a bajar sus intereses a Chrysler fueron, entre otras, Oppenheimer Funds, Perella Weinberg Partners y Stairway Capitals.

Como esos bancos no quisieron arreglarse directamente con Chrysler y evitar con su ayuda la bancarrota, la Corte Federal de Nueva York va a revisar los documentos contables de la armadora y, en su momento, a llamar a esos bancos para volverles a establecer la necesidad de apoyar una rebaja de intereses a la empresa, por ley. Entonces las cosas serán distintas.

¿Por qué en México no sucede lo mismo en esa materia? Las empresas en problemas financieros han sido apoyadas por el gobierno sin garantía alguna de por medio.

Si el Estado más liberal en la Unión Americana interviene bancos y empresas ¿Por qué aquí no se hace igual cuando nuestra tradición de intervención estatal es mucho mayor que la existente en el vecino país?

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