Un total de 22 marcas (Acura, Audi, BMW, FIAT, Jaguar, Land Rover, Lexus, Mazda, Mercedes, Mitsubishi, Peugeot, SEAT, Suzuki, Volvo…), todas ellas importadas, representan sólo el 14% de participación en el mercado mexicano de automóviles, mientras las plantas armadoras instaladas en México, siete, se comen el 86% del pastel automotriz en toda la república.
Algunos industriales han señalado a alvolante.info que «es ridículo que tengamos un mercado de 800,000 unidades anuales (una baja en los últimos cuatro años de 27%), que no llegan ni al millón de unidades como hace cinco años, y que haya 29 marcas y 320 modelos para ese pequeño mercado».
Aunque advierten que estos son los riesgos del libre comercio –del cual están conscientes que países como Estados Unidos no respetan los paradigmas de tal mercado al generar movimientos proteccionistas como la intervención de GM y Chrysler–, no suena lógico, dicen, que tengamos un mercado tan «atomizado».
Reconocen que «todo el mundo tiene derecho de vender sus unidades en el país» pero que hay que regular el mercado con el número de modelos. Es absurdo, insisten, que la gente tenga que escoger entre 320 diferentes modelos.
En efecto, siete ensambladoras (Chrysler, Ford, General Motors, Honda, Nissan-Renault, Toyota y Volkswagen) tienen, con sus modelos, el 86% de participación en el mercado de autos en México, según las cifras de octubre de la AMDA. Mientras las otras 22 marcas de importación –algunas de ellas traídas por las propias ensambladoras como el caso de Toyota con su marca Lexus que aparece en la foto)– sólo se quedan con el 14% de ese mercado.
Para el sector de autopartes, esta «atomizacion» (sentido figurado que se le da a un mercado que se vuelve una bomba atómica capaz de acabar con el mismo mercado– de la industria automotriz, crea el gran conflicto de tener que abastecer a 320 diferentes productos de un mercado muy reducido. Una importadora, por ejemplo, sólo vende 1,200 unidades al año. El sector de autopartes debe generar una mínima producción de componentes para este tipo de unidades, lo que suena de locura. Hay empresas que no abastecen a esa minúscula demanda. Y entonces se tiene que acudir a la importación que, también por su tamaño reducido, tarda en llegar y es caro en el precio final al consumidor.
Ya no se analiza que cada unidad importada lleva el dinero de su importe al país productor y a su importador. Por tanto, los automóviles producidos en México dejan la utilidad para la empresa trasnacional, pero aportan inyección de capital para la propia ensambladora y sus proyectos futuros. Cuando una armadora genera ventas es una garantía de trabajo para un millón de personas que dependen directamente de esta industria.
Parece vieja idea, romántica, anti-globalizadora y contra neo-liberal, pero comprar autos hechos en México garantiza la viabilidad de una industria para el propio País.
Del 86% del mercado Nissan tiene el primer lugar con el 20.2%, GM el segundo sitio con 18.0%, VW el tercero con 13.9%, Ford el 11.9%, Chrysler 10.8%, Toyota 6.8% y Honda 4.4%.