Günter Wallraff, mi impresión

Por Gisela ZAPATA*

 

La cita era con un hombre vestido de sencillez, de honestidad, pero al mismo tiempo de rebeldía encubierta en un grito silencioso que estalla en el momento oportuno, que  grita al oído de la injusticia y del abuso.

Un hombre que surge de la pacifica rutina de un  empleado de librería y que su conciencia lo hace libre. Que aprovecha su título honorario de “insano mental”, para burlarse de la cordura de quienes sólo la ocupan para mentir.

 

Un hombre que no acepta la oferta de un mundo barato, que nos quieren vender con toda la basura  de la corrupción, la impunidad y la prepotencia que en México, desgraciadamente, conocemos bien y que nos envuelven en papel dorado.

Un hombre que afortunadamente siembra en la conciencia de los habitantes del planeta, la semilla del “NO MÁS”; la semilla del “YA BASTA”; sin temor a revelarse; a decir “NO ME PARECE”.

Un hombre sensible que escribía poemas, y que ahora hace de la verdad poesía. Tan exquisita y salvadora como su “locura” le indica.

Un hombre que invita al periodista a aventurarse, a recibir su estafeta.

Un hombre que le teme más que nada a permanecer callado.

Un hombre que agradece el agradecimiento de una población que pueda estar informada y que sea capaz de emanciparse mentalmente.

De este hombre me quedo con su valor, su sencillez, su grandeza, su iniciativa, pero sobre todo, me quedo con su locura.

 

 

(*) Agradezco a la compañera egresada de la FES Acatlán, Gisela Zapata,  por esta colaboración sobre la plática que dio el gran maestro alemán del periodismo de investigación hace dos días en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes.

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