Autos ilegales: La dismnesia de Fox la paga Calderón

Está sentado Felipe Calderón escuchando atentamente a Mario Molina, Premio Nobel de Química, quien le dice que a los vehículos automotores que están ingresando desde Estados Unidos a territorio nacional hay que hacerlos pasar las normas ambientales, pues se tiene la tecnología a un costo relativamente bajo.

Nos mandan su chatarra… y aquí la aceptamos.

Nos mandan su chatarra… y aquí la aceptamos.

Está en eso, pensando en el exvicepresidente de Estados Unidos, Al Gore, quien le dijo hace poco en Los Pinos, la residencia oficial, que hay que hacerle caso a Mario Molina en sus tratados sobre cuidado del medio ambiente pues tiene la razón, cuando se para Felipe Calderón y dice: «No sólo se importan libremente (los autos ilegales que ya no lo son) a partir del próximo año, sino que anticipadamente se abrió la frontera… no encuentro exactamente mucha lógica».

Felipe Calderón ya pensó. Su antecesor, Vicente Fox, el presidente de la dismnesia, de los olvidos, de la desmemoria y de las torpezas, adelantó un año el decreto para los autos llamados «chocolates». Y a partir de agosto de 2006, en un acto irresponsable, aparentemente popular para beneficiar «a-las-ma-yo-rí-as-del-pue-blo-de-Mé-xi-co», abrió la frontera a la basura automotriz proveniente de Estados Unidos. Una medida eminentemente electoral para beneficiar al que hoy cuestiona.

Calderón Hinojosa ahora le pregunta «¿por qué lo hizo?» a aquel a quien fue a visitar a su palacio campestre con lagos artificiales cuya construcción no se contabilizó en los gastos de gobierno.

No recuerda ya que por esas medidas de populismo oportunista de aparente beneficio social, hoy México importa un millón 500 mil unidades usadas provenientes de Estados Unidos, la gran mayoría en pésimas condiciones mecánicas.

Y la industria automotriz ahora vende menos vehículos porque el actual gobierno no ha sido capaz de detener esa cascada de autos chatarra que día a día ingresan al país sin ninguna revisión o cumplimiento de las esenciales normas de control del medio ambiente, seguridad y estado mecánico.

Sólo en aduanas se preocupan de que paguen impuestos.

Calderón dice que va a estudiar lo que ayer le propuso el Premio Nobel de Qúímica. Va a estudiar, como si el caso no ameritara una acción inmediata y urgente.

Y hay que decirlo: No estamos en contra de que la gente tenga la oportunidad de adquirir un buen automóvil a precios más razonables de lo que se venden aquí. El daño radica en que se le engaña poniéndolos al volante de verdaderas carcachas rodantes. Se le toma el pelo a la gente sin que el gobierno federal defienda los intereses de los consumidores.

Si la competencia hace bajar los precios de los automóviles, qué bueno, bienvenida. Pero si esta es desleal y no recibe el mismo trato que los productores nacionales, ¿por qué hay permiso oficial para ello? Y aquí también entran las importadoras de autos nuevos que no cumplen con la satisfacción del cliente con refacciones oportunas y a buen precio.

Tenemos a funcionarios en Economía que no miden la magnitud de sus decisiones. Y en el caso de los autos ilegales que ahora legalizaron, ya se les metieron al país millón y medio de autos y camionetas de alta cilindrada, gastalones de gasolina que no tenemos, contaminantes hasta la defensa y que podrían ocupar las vialidades de media ciudad de México.

Ahí nada más, para que se pongan ese trompo en la uña.

Ya no hablaremos de la promesa de Felipe Calderón en campaña política de eliminar el impuesto a la tenencia, que no cumplió (raro en los políticos) y transfirió el problema a los estados.

Y del aumento al precio a la gasolina que primero vino de los agentes de la corrupción del PRI y ahora promueve el partido de Calderón, pues que cada quien saque sus conclusiones.

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