Aquella mañana de invierno de principios de 1982 recibí la llamada telefónica de la compañera trabajadora de la Ford a las 7.15 de la mañana.
— No nos van a dejar hacer la asamblea extraordinaria. Han traído esquiroles y a un líder charro que nos quiere imponer la directiva de Ford Motor Company, a un tal Juan José Sosa Arreola.
— Voy para alla –le dije por el teléfono mientras me cambiaba de ropa–. Nos vemos en media hora.
Tomé camino a la planta de Ford en Cuautitlán y llegué antes que el compañero de Radio Red, quien reportaba para el noticiero de Gutiérrez Vivó. Solo que en esta ocasión me convertí en la fuente de su información porque no conocía bien el caso.
¿Llegó la hora de la democracia en Ford?
Ya se habían conformado los contingentes del sindicato, pero el esquiroleo se iba a poner de a peso. La entrada estaba tomada por el cuerpo de vigilancia de la empresa que pidió apoyo municipal. La «polecía» dando la espalda a la base trabajadora que buscaba afanosamente por realizar votaciones limpias para la elección de sus líderes.
Juan José Sosa Arreola había llegado desde la planta de motores de Ford en Chihuahua –no olvidemos que era 1982– a abortar la elección. Guardias vestidos de civil se movilizaban entre el grupo de trabajadores democráticos y los esquiroles para servir de «orejas» a la empresa y tenerla al tanto de lo que pretendían los representantes del Sindicato Nacional de Trabajadores de Ford, Sintraford.
Sosa y sus huestes tomaron sus lugares estratégicos. Boicotearon la asamblea y corretearon con bastones de golpeo a los representantes ya elegidos previamente pero donde la asamblea extraordinaria ratificaría la limpieza de la elección. Pero no, se trataba de dar marcha atrás al proceso democrático hasta entonces construído por la auténtica base laboral.
Sosa y sus secuaces cumplen su objetivo. Abortan la asamblea, toman el control del templete y realizan elecciones fraudulentas (¿dónde hemos oído eso antes?). Entonces comienza la madriza, entendida esta como el golpeteo a los líderes del movimiento. Es una corredera.
Me dice la compañera que es mi contacto con la empresa: «Esto ya valió… corre y ponte a salvo».
Se escuchan tiros de pistola. Cae un trabajador herido.
— Es uno de los nuestros, grita desesperado uno de los obreros de la base democrática.
Hubo un muerto. Nosotros recogimos para México Automotriz y el programa de Radio «Motor M. A. 7-60» la historia. Comienza la movilización de trabajadores en protesta por los sucesos. Juan José Sosa logra su objetivo de colocarse con apoyo de la empresa Ford en el cargo de líder general del sindicato a nivel nacional. Es un charro blanco, se dice cuando es un líder comprado o vendido, según sea el caso.
Hubo protestas. Los trabajadores democráticos de Ford de desnudaron fuera de la planta, allí frente al reloj que ha recogido historias de grandeza productiva, como la inauguración que entonces hizo Adolfo López Mateos de la factoría. Tomo la foto. Le digo a mi hermano Rogelio (el director de México Automotriz) que hay que publicarla, que es un hecho bochornoso que la Ford apoye el esquiroleo, que no permita a los trabajadores organizarse libremente.
— Es de portada hermano, vamos a publicarla. Yo estuve ahí.
— No, cómo crees. Mándala a la página de pase, a la cuatro.
¿Cómo un periódico de la industria automotriz iba a publicar una foto de trabajadores desnudos? Nunca lo entendí, pero ahí está la hemeroteca, y ahí está el testimonio de esta ignominia.
Han pasado 16 años desde entonces. Hoy, los trabajadores democráticos se han reunido fuera de la planta de Ford en Hermosillo, Sonora, para buscar poner fin al reinado de Sosa, con la conformación del Sindicato Nacional Progresista de los Trabajadores de Ford.
Es un primer paso, pero al fin lo han dado.