Nueva York 1 de junio, 12 Hrs.: GM en bancarrota

Este lunes va a ser histórico en la historia de la industria automovilística mundial. A las 12 horas en Washington el Presidente de Estados Unidos Barack Obama pronunciará el discurso de bancarrota de la que fuera la mayor empresa automotriz en todas partes: General Motors Corporation nacida en 1908. En la quinta avenida de Nueva York, Fritz Henderson, presidente de la empresa, frente al edificio de GM hará lo propio.

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Lo más preocupante en estos momentos es conocer el comportamiento que tendrán las acciones de General Motors en Wall Street que de $100 dólares hace unos años ahora están a $1.60 dólares cada papel.

El rol de la nacionalización de la empresa por parte del gobierno de Obama ha sido puntal definitivo para evitar el hundimiento al piso de la empresa. La administración federal le va a inyectar $30,000 millones de dólares para hacerla «la gran empresa nacional» con todo y la cara de sorpresa o estupidez de los neoliberales financieros que siempre vieron con malos ojos el manejo estatal de la economía.

La Corte de Manhattan recibirá por la mañana a los abogados de General Motors quienes solicitarán formalmente acogerse al capítulo 11 de la Ley de Quiebras para recibir la protección del Estado.

GM no volverá a ser la misma nunca más. Si persiste ese nombre a partir de este lunes, será bajo el manejo del Estado y los trabajadores.

Se acabó una era de crecientes ventas en los años más gloriosos de los 80 y luego una debacle anunciada desde hace seis años. De un liderazgo mundial, pero también de despilfarro de los ejecutivos que se dieron vida de jeques árabes.

De una empresa que se debió reconvertir desde la amenaza japonesa en 1986 pero no lo hizo. Al contrario, siguió construyendo sus Hummers, sus Suburban, sus vehículos ofensivos al medio ambiente. Y el resultado está aqui: la bancarrota.

Obama salva a General Motors. ¿Podrá el consumidor final, el que fue fiel al moñito de Chevrolet, a los grandes Cadillacs, ser fiel a su marca?

Un alto ejecutivo de los fabricantes de partes automotrices de Estados Unidos me decía el año pasado: «Yo quisiera seguirle siendo fiel a mi marca favorita, Cadillac. Pero el Toyota Camry que hoy manejo, es de mejor calidad y así lo tengo que reconocer».

Termina una era de General Motors. Comienza otra de manos del Estado norteamericano, sus trabajadores y sus tenedores de bonos. Ya nada volverá a ser igual.

¿Qué enseñará la historia a esta empresa? Quizá a ser un poco más humildes.

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