Producto de la superior automatización que alcanza una planta automotriz en el mundo, la Bridgestone Neumáticos inaugurada esta semana en Monterrey, Nuevo León, requiere apenas de 200 operarios para que la nave produzca al año un millón 920,000 llantas.
Inversión de $200 millones de dólares en Mëxico
Esta es la tercera planta llantera de la marca en el país y su apertura necesitó de una inversión de $200 millones de dólares por parte de la firma de capital internacional, en su mayoría japonés.
La ubicación de la planta de llantas en Monterrey obedece a su cercanía con el mercado automotriz más grande del mundo, donde son demandados al año más de 16 millones de automotores, por lo que la fábrica inaugurada representará un gran abastecedor para esa región, al elaborar diariamente 8,000 neumáticos.
Mediante el proceso se pueden hacer diferentes tipos de llantas en tamaño y especificaciones sin parar la planta productiva, lo que convierte a Bridgestone Neumáticos de Monterrey en la primera fuera de Japón en lograrlo.
Yuichi Nakada es el director de la planta en Monterrey, pero el poderoso grupo empresarial Bridgestone ya construye otras naves industriales en Hungría, Polonia y otra en Japón, informa el documento de la corporación en Mëxico.
La llantera tiene presencia en la Ciudad de México, Cuernavaca en la coinversión Bridgestone-Firestone y ahora Monterrey. Pero en el mundo cuenta con 47 factorías lo que transforma al grupo en el más grande del mundo en producción, superando a la sempieterna Goodyear y peleando fuerte el mercado con Michelin y Continental.
Lo anterior demuestra que los avances tecnológicos en los nuevos procesos productivos industriales, no necesariamente son grandes generadores de empleo, como por muchos años pensaron los funcionarios de gobiernos.
Esta nueva planta, con 200 operadores, más que obreros, tiene una enorme producción mediante procesos automatizados, donde el operario ha sido capacitado para vigilar y supervisar a una maquinaria computarizada, más allá del control numérico de fabricación, pero donde la mano de obra ya no es un factor esencial.
Por tanto, los gobiernos que desean alentar las inversiones por el número de empleos que generan, deben recapacitar en sus paradigmas políticos en tal sentido.