(Tomado del periódico La Jornada, lunes 1 de septiembre de 2008, pp. 20)
Por David Carrizales (Corresponsal)
Monterrey, NL, 1º de septiembre. “Como periodista, uno sufre o disfruta por los encabezados y el manejo que se hace de las noticias; gozamos cuando hallamos una joya, pero sufrimos como perro cuando vemos la forma en que se maltrata el idioma”, afirmó aquí el premio Nobel de Literatura 1982, Gabriel García Márquez.
Gabriel García Márquez (derecha) e Iñaki Gabilondo.
Un Gabo jovial y platicador, rejuvenecido, sorprendió a los comunicadores, que se habían acostumbrado a su silencio luego de los seis seminarios anteriores organizados por la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), que preside el colombiano.
Ni siquiera un coro de miles de estudiantes del Tecnológico de Monterrey logró en septiembre de 2003 que García Márquez pronunciara un mensaje –así fuera breve–, cuando se le rindió un reconocimiento por su obra y se lo pedían a gritos. “Yo escribo para no tener que hablar”, devolvió el escritor, tajante, aquejado entonces por una enfermedad.
Hoy, en cambio, el autor de Cien años de soledad se detuvo a platicar con periodistas locales y de medios nacionales e internacionales, a intercambiar puntos de vista sobre la suerte de este oficio que, reiteró, sigue siendo el más bello del mundo, aunque, agregó sonriente: “a mis años ya me aburro”.
En ese informal encuentro, el nativo de Aracataca comentó que observa al nuevo periodismo como producto de la premura: “tengo la impresión de que no les dan tiempo para nada; veo que cierran antes de tiempo, ya para las nueve, y eso me molesta”.
Por eso, dice, al ver el manejo que se hace de las noticias, toma el teléfono “para estarme peleando con los periodistas”.
Reconoce, sin embargo, que ese ir contra el tiempo de las redacciones ha sido de siempre, aunque en sus años de reportero había la ventaja de que les daban más tiempo para redactar, porque el proceso de la producción del periódico era más lento.
Es mejor hacer un libro –agregó, sonriente–; con uno duré 10 años; si no me gustaba volvía y empezaba de nuevo, iba haciendo las correcciones sobre la marcha.
“Cuando uno está tan apresurado no tiene tiempo de pensar, y al día siguiente se dice: ‘mejor hubiera hecho esto’”. Pero, a pesar de los corajes y de otros inconvenientes, “no hay mejor oficio.
“En el periodismo uno debe saber que no hay tiempo para pensar mucho o perfeccionar el texto, y que va a tener que sufrir. A veces ya vas a salir a emborracharte o a comer y te hablan: ‘oye, salió esto’.”
De nuevo bromista, agregó: “como los periodistas sufríamos tanto, teníamos que emborracharnos todos los días”.
Reconoció que ahora que lee todo lo que publicó en la prensa no podría repetirlo, “porque tenía una visión de la vida que no tengo ahora”. Consideró que el periodismo impreso no desaparecerá, pero garantizará lectores en la medida que esté bien escrito. “Si no, nos aburrimos nosotros.”