La industria le falla al consumidor

Las últimas semanas han traído malas noticias a la industria automotriz. Primero, y poco conocida, la multa millonaria que el pasado 19 de marzo impuso una comisión europea a cinco fabricantes de rodamientos (2 europeos y 3 japoneses), por su intento de formación de un cártel para imponer precios en el mercado. Y después algo todavía más grave, dado que algunos de los fallos por los que están llamando a revisar a por lo menos nueve millones de vehículos, pueden generar accidentes, causar daños materiales y pérdida de vidas.


Es revelador que casos como estos involucre a compañías de los llamados ‘tres grandes’, entre otras cosas porque aporta evidencias de que también padecen corrupción así como problemas significativos en sus procesos de producción, protocolos de seguridad, comunicación o control de calidad. También llama la atención el modo como cada empresa enfrenta sus respectivas problemáticas: a las indemnizaciones y disculpas públicas del CEO de Toyota, se añaden nuevos llamados a revisión y explicaciones preventivas. En este mismo sentido de prevención parece actuar Volkswagen, que además de los 150 mil Passat llamados a revisión por un problema con los faros, decidió suspender la venta de ciertos modelos con transmisión automática y motor de 1.8 litros. O General Motors, que por un lado llama a revisión a otros 2.2 millones de unidades, y por el otro parece enredarse cada vez más en problemas judiciales que no solo dañan su imagen pública sino traen a la memoria episodios tristemente célebres como el memo Ivey, sobre el costo económico para la compañía por omisiones y negligencias de tipo criminal.

Por lo que toca a la parte nacional de esta industria global, salvo GM México que ya hizo un llamado a revisión, seguramente en previsión de los problemas legales que enfrenta su matriz en Estados Unidos, el resto parece optar por el silencio. Y por el resto no solo están las empresas implicadas, o sus competidores, sino las propias autoridades que tampoco se han manifestado al respecto. En este sentido, no deja de ser irónico que casos de corrupción como problemas de seguridad o fallos en el control de calidad, primero tengan que hacerse públicos en países todavía capaces de perseguir judicialmente e imponer sanciones económicas o penales, antes de que en México se diga o investigue algo.

Es deseable la autocrítica para mejorar los fallos de productos nada baratos, sobre todo en seguridad y control de calidad, así como una buena política de comunicación que informe con precisión a sus clientes y consumidores potenciales sobre lo que ocurre y lo que se hace para corregirlo. Si es que se desea mantener una imagen de responsabilidad social, o los niveles de venta de un mercado que no crece tanto como sus expectativas.

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