¿Planteará el Congreso Mundial Automotriz los retos reales?

Este martes arranca en Detroit el Congreso Mundial Automotriz impulsado por el periódico Automotive News. Allí se reunen figuras como Alan Mulaly, presidente de Ford; Mark Templin, vicepresidente de Lexus (división de lujo de Toyota); Mark McNabb, vicepresidente de mercadotecnia de Nissan Norteamérica; un panel verde con las representaciones de GM y Toyota, un panel de distribuidores con Walter Czarnecki, vicepresidente de Penske, una mega distribuidora con presencia en el Norte de México también, desde luego al igual que en Estados Unidos; el presidente de la NADA, Dale Wikey; un premio a Robert Nardelly, presidente de Chrysler; Stefan Jacoby, presidente de VW en Norteamérica; representantes de la EPA; un panel de mercadotecnia y otro sobre Rusia, India y China.

En resumen, el Congreso Automotriz de Estados Unidos representa una verdadera libreta de apuntes de los temas más candentes de la cultura automovilística de todos los tiempos. Pero surge la pregunta: ¿Será capaz este foro de dar salida y solución a los grandes retos del sector como la necesidad de racionalizar el uso del automóvil y de terminar con las máquinas contaminantes promotoras del bióxido de carbono sin que ello signifique el fin de esta industria y dejar en la calle a más de 100 millones de personas?

Es una gran pregunta que requiere de una gran respuesta.

Hace 20 años los principales fabricantes de automóviles de Estados Unidos se reunieron para discutir sobre los retos que tenía el sector en ese entonces. Disminuir la enorme, muy enorme contaminación que generan no sólo los automóviles sino más las fábricas que los producen. Millones de toneladas de bióxido de carbono son enviadas al medio ambiente sin que estas empresas paguen multas o impuestos adicionales –como ahora se ha propuesto en Europa– por tal hecho.

¿Qué se ha conseguido en 20 años? Promovieron el uso de convertidores catalíticos a fin de transformar en vapor de agua parte de los residuos tóxicos del bióxido de carbono. Pero millones de autos no cambiaron el convertidor después de su vida útil.

Los países emergentes como México no trabajaron a tiempo en la generación de combustibles más limpios, con menos detergentes cancerígenos y las próximas generaciones de humanos estarán propensos a morir de cáncer. Así se sencillo pero así de grave.

Hace 20 años se anunció la prueba de autos eléctricos, pero el proyecto fracasó porque requería de grandes inversiones cuya tecnología también fue costosa.

Hoy, las empresas ya empujan en el sentido de agilizar la salida al mercado de autos de esta condición aunado al uso de vehículos híbridos, o sea con la alternancia de motores de combustión y eléctricos.

Pero muchos de los congresistas en Estados Unidos reunidos de este martes al jueves, lo que esperan es saber para dónde se va a mover la industria a fin de moverse ellos también en ese rumbo. Es el caso de los fabricantes de autopartes.

Sólo que la inauguración del Congreso Mundial Automotriz se da con un escenario negro para la economía norteamericana con la caída de las principales bolsas de valores del mundo.

Así que no faltará el escéptico que les pueda proponer en las mesas de discusión que la verdadera agenda debiera incluir si hay futuro para la industria automotriz en el peor momento para la economía estadounidense que se las verá negras en los próximos meses ante el crack bursatil de ayer.

Hablando de ecología, también deberán poner sobre la mesa la negativa de Gran Bretaña al uso de biocombustibles elaborados con base en la alimentación de la humanidad. Dicen que ese no es el camino. La ONU ya había advertido en ese sentido y nosotros estamos de acuerdo con esa postura: no a los biocombustibles.

Ya estamos acabando con el petróleo del subsuelo; ¿ahora vamos a acabar con lo que está a ras de suelo y que es lo que directamente nos permite vivir?

Hay que recordar que Estados Unidos es el principal mercado automotriz del mundo con 16.2 millones de unidades vendidas. Este 2008 bajará ese pronóstico hasta 15.7 millones, pero de todos modos el panorama es desolador.

Y no se trata de ser pesimistas, sino muy realistas en el acomodamiento de las fuerzas económicas futuras donde China y Rusia serán los actores que lleven la batuta del concierto.

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