El Gran Premio de Francia para Ferrari.
El parteaguas no lo abre Felipe Massa que también, como todos, se quejó de la pista anti-rebases, sino Kimi, el adorado y frío Kimi Raikkonen. Alonso, la lucha apasionada, el frenesí, pero séptimo al final, los dos puntos que pueden hacer la diferencia al final del campeonato que comienza a convertirse en lo que a Bernie Ecclestone siempre ha deseado: un torneo de pasión.
Kimi en lo más alto… pero Hamilton sigue allí.
Una estabilidad estacional para Lewis Hamilton que terminó tercero y con la suficiente garantía de pelear por el título este año. Ya no hay duda de ello. Claro,, tiene el apoyo total, irrestricto, de la escudería inglesa McLaren, no sólo el moral.
Kimi, Felipe, Lewis, los tres en el podio en Magny Cours que cierra una historia larga de Grandes Premios.
Un Kimi que fue ayudado por la señora suerte en pits para salir antes que Felipiño y de ahí consagrar lo que parecía inconsagrable para él: Que todavía puede darle triunfos a su escuderia, justo cuando Mika Hakkinen le recomendó que no se fuera a Ferrari, y no lo hizo así. Parece que las cosas le pueden salir mejor a este frío finlandés que no gusta de los grandes alborotos públicos sino de una cálida vela con sus amigos más íntimos.
Kimi no se hallaba en el equipo Ferrari. Son demasiadas sombras sobre él. La más oscura, la de un Michael Schumacher que da comentarios a la escuadra a través del radio desde pits y ayuda a Jean Todt en los momentos que se le ofrecen.
Acostumbrado ahora al vaivén marcado por la enorme actividad de las relaciones públicas inherentes a los patrocinios, parece que ya se puede hacer a la concentración en la pista, misma que le permitió tocar lo más alto del podio.
Felipe Massa calificó primero, mantuvo a la zaga a Kimi en el segundo sitio, quien a la vez retuvo a Hamilton en el tercer puesto. Pero la entrada a pits en la segunda parte de la carrera le jugó rudo al brasileño cuando Raikkonen salió antes que él. Entonces la chamba de Felipiño fue tratar de rebasar autos, y aquí ya no pudo hacer nada. Su primer comentarios al bajarse del coche fue decir de lo terrible del circuito en ese sentido. Todos se quejaron, pero la verdad se las vieron negras para intentar siquiera un adelanto.
Lewis Hamilton ya dejó ver que está hecho de carne y hueso a pesar del encumbramiento que le hace la prensa de su país. Errores, despistes y aquella falta de concentración en la arrancada que le costó cederle de inmediato el segundo puesto a Kimi que luego se fue al primero.
Lewis también se equivoca, no lo olvidemos.
Fernando Alonso salió décimo y esperanzado a que lloviera para poder mejorar posiciones, dijo. Pero el agua sólo mojó una parte del circuito por la mañana, el que se fue secando conforme pasó la carrera.
Así, batalló de más para acometer rebases. Ya con Fisichella, o con Nick Heifeld que no cedió un ápice. Los berrinches de Alonso dirían los más. Y qué preferimos ver ¿estas escenas de pelea de rebase o la quietud de una caravana sempieterna? Me quedo con el enojo de Alonso que si bien logró despertar del letargo a los bandereros para que asomaran de vez en cuando un estandarte azul, también desgastó de más neumáticos, frenos y motor. Pero así son las carreras.
Viene Silverstone y con esta fecha el consentimiento en su tierra a Hamilton por parte de la escudería y la necesaria sensatez de Alonso que debe aceptar y bien que no es el consentido en la casa de los dos leones.