El gobierno de Estados Unidos está convencido que no regalará ni un centavo a la industria automotriz de esa nación con General Motors, Ford y Chrysler como sus representantes locales. Por tanto, para cuidar los fondos destinados a GM y Chrysler, el secretario del Tesoro, Tim Geithner, nombró en días pasados a Lawrence Summers (líder del consejo de economía de la Casa Blanca) como presidente del comité automotriz, pero dejando esa figura del «zar automotriz» que la prensa norteamericana denominó desde hace meses.
La información proveniente de la agencia Bloomberg, en el sentido de su nombramiento, nos permite preguntarnos si el presidente del comité nacional económico de la Casa Blanca, un economista de 54 años de edad, será capaz de reorganizar a la industria automotriz de Estados Unidos. Y más que reorganizar, poner en orden, reconvertirla en una industria altamente competitiva hacia las armadoras asiáticas y europeas, y ser capaz de tomar un liderazgo tecnológico en materia de cuidado al medio ambiente.
Por eso la prensa estadounidense escogió la figura de un «zar automotriz» que fuera capaz de meter en orden a Richard Wagoner, presidente de GM –quien no ha sabido cumplir con sus compromisos de poner a la otrora mayor empresa automovilística del mundo en el pedestal que tenía hasta hace 10 años–, como también saber mandar sobre Robert Nardelli, presidente de Chrysler LLC, firma perteneciente al grupo financiero y se seguros Cerberus Managment. Para estar por encima de esos dos líderes automotrices se requiere algo más que un presidente de comité. Una especie de zar del viejo cuño de la Rusia imperial. Un mandamás.
Lawrence Henry «Harry» Summers, catedrático universitario en Harvard, fue nombrado en el consejo nacional económico de la Casa Blanca apenas por el presidente Barack Obama. Pero su trabajo se le ha ligado más al expresidente William Clinton como secretario del Tesoro por su trayectoria académica como rector de la Universidad de Harvard en los años 2001-2006.
La gran discusión en la Casa Blanca sobre el apoyo al sector automotriz radica en dos vertientes:
1. Apoyar al sector para que no quiebre a fin de mantener la planta productiva viva y no generar más desempleo (actualmente la industria ha echado a la calle a más de 100,000 personas de los 4 millones que perdieron su empleo de noviembre a enero). Evitar el colapso que generaría más desconfianza, esto es, si se deja a la GM en la quiebra ello podría producir una «implosión» con una cadena de despidos inmensa que bien podría sumar otro millón de desempleados, cifra pavorosa a como van las cosas en la economía norteamericana.
2. Dejar que las empresas quiebren porque desde esa ley, desde esa perspectiva legal, las industrias de pueden defender mejor, evitando el saqueo financiero de los grandes bancos que exigen el pago de sus préstamos y sus altos intereses. Por tanto, prestar dinero a bajas tasas de interés o intervenir a las empresas (¿no es una forma de intervención el nombrarles a un presidente del comité automotriz que supervisará el trabajo de Wagoner y Nardelli?) no es la solución en tanto que no resuelve ni la reactivación del sector en cuanto a una mayor producción y tampoco evita el despido de trabajadores porque este se presenta como un factor necesario para hacer a las armadoras más eficientes en cuanto a su eficiencia productiva, sus costos y su competitividad contra las armadoras japonesas y europeas.
Otro de los integrantes del «comité automotriz norteamericano» (nuevamente citando a Bloomberg) es Ron Bloom, un representante de los trabajadores del acero en Estados Unidos, quien a la mera hora se mostró renuente a aceptar el cargo por la publicidad negativa que puede representar que él esté en un buró empresarial ajeno a la base de los trabajadores. Como se ve, allá sí cuidan los factores éticos de su actuación política. Sin embargo, creemos que esta figura debe ser bien vista por parte de la administración Obama porque se permite que la parte laboral dé a conocer sus posiciones sobre las decisiones que se toman. Un alto valor democrático, diríamos.