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Por Gabriel Covelli
La Scuderia del Cavallino Rampante está perdiendo su aureola mítica, al seguir una política completamente opuesta a la de su fundador, Enzo Ferrari, cuya filosofía se basaba en -como lo consigna Karl Ludvigsen en el prólogo de su extraordinario libro Ferrari: 60 Anni Di Innovazioni Technologique:»Le esigenze della produzione di massa sono contrarie al mio temperamento perché a me interessa soprattutto promuovere nuovi sviluppi. Mi piacerebbe installare nelle mie auto. Qualcosa di nuovo ogni mattina, un’ aspirazione che terrorizza i mie dipendenti. Se i miei desideri da questo punto di vista si avverassero, non ci sarebbe più produzione di modelli standard, más solo una sequela di prototipi. Per questo, per me, la Ferrari migliore è la prossima che verrá. (La exigencia de la producción en masa es contraria a mi temperamento porque lo que me interesa a mí sobre todo es promover nuevos desarrollos. Me gustaría instalar en mis autos algo nuevo, cada mañana, una pasión que aterroriza a mis dependientes. Si mis deseos de este punto de vista se realizaran, no habría más producción de modelos en serie, solo una sucesión de prototipos. Por eso, para mí, la mejor Ferrari es la próxima que habrá).
Prólogo del libro Ferrari: 60 Anni Di Innovazioni Technologique, de Karl Ludvigsen (Foto Gabriel Covelli).
Esta manera de pensar y de actuar que sostuvo durante toda su vida Enzo, es la que forjó la leyenda de la marca. Siempre se limitó hasta hace poco, el número de autos producidos que no superaban las 5,000 unidades anuales. En modelos emblemáticos se fabricaban solo 499 ejemplares (¿por qué no 500?), que tenían un precio de venta con el cual el comprador apartaba su unidad antes que se iniciase la fabricación. Pero saliendo de la planta el valor se incrementaba sustancialmente. Ahora la producción está planteada en un número mucho mayor de las 5,000 unidades exclusivas de antaño. ¿Podrán ser ya los autos Ferrari una especie de producción masiva?.
Con esta manera anti Enzo de pensar, también se rige el manejo de la Scuderia. Las presiones internas, por falta de resultados, han cambiado el panorama de tranquilidad que debe regir en un equipo de carreras y más en la Fórmula Uno. Todos los integrantes, pilotos, ingenieros, técnicos y demás personal, deben trabajar en un ambiente relajado para rendir el 110% de su capacidad.
Pero vemos que un piloto como Sebastián Vettel, no es ya la persona tranquila y jovial de antes. Personal experimentado sobre todo en al área técnica, ha salido de la organización, recayendo la responsabilidad de innovar en personal, sí capacitado, pero sin experiencia, repercutiendo en los resultados.
Con la siguiente temporada crucial 2017, por estar sujeta a nuevos reglamentos técnicos y con equipos que vienen creciendo en competitividad, Ferrari debe regresar a su aureola mítica con casi 70 años de historia de éxitos y de fracasos.
Antes, Ferrari tenía como su deber principal satisfacer a sus seguidores. Ahora, la Scuderia tiene una serie de grandes presiones que se deben sobre todo al tema económico, con sus accionistas.
Sergio Marchionne, presidente del Grupo FCA, y al que reporta la Scuderia Ferrari, ya está en la mira de la prensa crítica europea que pone en duda su actuar dentro de la compañía y del futuro de Ferrari no solo en las pistas sino en la planta de Maranello. Nadie duda del trabajo de alta presión que ejerce el magnate financiero sobre el jefe Maurizio Arrivabene, que, hay que decirlo, tampoco ha cumplido con las expectativas de un líder que domine profundamente lo humano, lo técnico y todo lo relacionado al desarrollo de un equipo deportivo de la Fórmula Uno.
Es la misma prensa la que se cuestiona lo que hace Sebastián Vettel. El brillante piloto ya no sonríe; el excampeón del mundo está sujeto a una presión infernal, imposible de aguantar. Le exigen cosas como que obtenga el primer lugar de la arrancada, o que se anime a rebasar casi de inmediato. El contacto con Nico Rosberg en la primera curva de Sepang, es parte de esta enorme exigencia de resultados.
